EVITANDO EL PACTO DE EMANCIPACIÓN

El Pacto de Emancipación fue un contrato que firmaron todos los dioses (Excepto Niveno), en el que se comprometían a no interferir de manera directa en los asuntos de los mortales. El pacto se firmó durante la Era del Renacimiento. Se trata de un pacto que los dioses no pueden quebrantar, incluso si se lo proponen, ya que está firmado con su sangre, y les impide actuar en contra de él. Solo Lumien es capaz de romper el contrato y solo lo hará cuando los Señores del Vacío regresen a Astranaar, como dice la leyenda de El Final de la Luz.

Sin embargo hay una forma de saltarse el pacto: cambiarse al completo la sangre y abandonar la divinidad durante un periodo de tiempo. Se trata de cambiar por completo la sangre de tu cuerpo por otra que nos sea divina, haciendo que gran parte de los poderes relacionados con la divinidad desaparezcan. El dios que lo haga perderá poder, pero aun así tendrá el suficiente para ser extremadamente poderoso entre los mortales. Vulpex ha usado este método en innumerables ocasiones para divertirse entre los mortales y gastarles sus tan conocidas bromas.

Todos los dioses conocen este método, y no se oponen a él, ya que saben que conlleva riesgos para quien lo use, ya que abandonar la divinidad les hace muy vulnerables ante muchas cosas. De todas formas al no ser un "dios" durante un periodo de tiempo, hace que tampoco se salten el pacto, ya que la esencia del mismo es mantener la divinidad y lo mortal alejados. Se podría decir que el pacto no se salta por dos motivos: primero porque no queda la sangre en el dios que se usó para firmar el pacto y segundo porque ya no es un "dios" como tal.

La mayoría de historiadores y eruditos no saben porque los dioses crearon el pacto, teorizan sobre muchas hipótesis: si los mortales no eran dignos, decepcionaron a los dioses, se cansaron de ellos... pero la realidad va más allá. Los dioses eran conscientes del futuro y regreso de los Señores del Vacío y sabían que podrían moldear a los mortales y prepararlos para su llegada, ofreciéndoles tutela, poder y teniendo su obediencia. Pero si hacían eso en nada les diferenciaría de sus enemigos, que usaban las almas y la vida para sus propios beneficios. Ese pensamiento de distanciarse de sus rivales, sumado a la necesidad de saber si aquello por lo que un día lucharían seria realmente puro y bueno, como para merecer arriesgar sus divinas vidas, hizo que firmaran el pacto.