Einar viendo la situación que se avecinaba y teniendo en cuenta la cantidad de niños y ancianos en el pueblo, entre ellos su esposa y sus nietos decidió quedarse y darles tiempo para que huyeran. Desempolvó su antigua armadura y mandoble, y como un reflejo de lo que fue se dispuso a combatir a la hordas que se acercaban a su tranquilo pueblo. En su juventud luchaba por su valores, su deber, su sentido de la justicia, incluso por la gloria, pero no ahora, no la última vez que empuño su espada. La última vez que Einar Jernemyr empuño su acero hizo alarde de una fuerza y una determinación que nunca en su vida había hecho. Los días se sucedieron, uno, dos, tres, cuatro... y los engendros no avanzaban, no conseguían superar a Einar, hasta que pasó una semana y Einar Jernemyr cayó. Murió luchando contra más enemigos de los que se había enfrentado en toda su vida, blandiendo su arma con una determinación y arrojo que nunca tuvo. Y por eso se recuerda a Einar Jernemyr, no por lo que fue en su tiempo, sino porque demostró que el amor por los suyos era lo único que durante toda su vida le importó defender y lo que le otorgó la fuerza suficiente para salvar a los que quería.