LOS CAMINOS DE DOS CAMINOS

Las tradiciones en el pueblo arrocero de Dos Caminos son algo extrañas, aunque sus gentes las respetan con cierto carácter ceremonial. Sus tradiciones son sencillas: en el pueblo hay dos caminos juntos, de hay su nombre, uno para ir y otro para volver dejando siempre los campos de arroz a mano derecha y solo pudiendo cruzar de un camino al otro por ciertas zonas acordadas, donde los caminos no son separados por una pequeña valla de madera.

Los lugareños y jornaleros que llegan a Dos Caminos para recoger el arroz respetan sus costumbres, la mayoría de ellos sin saber por qué. La verdad es que bajo el agradable pueblo en el que parece nunca pasar nada, hay poderes más oscuros y perversos de lo que alguien podría imaginarse.

Los caminos del pueblo tienen un sentido, una utilidad, a simple vista son solo caminos, pero si alguien los contemplara desde muy arriba se daría cuenta de la verdad. Los caminos forman un círculo mágico, como una especie de símbolo de invocación. Al caminar por ellos de la manera adecuada el círculo gana poder, como si de una energía estática se tratase, solo que en lugar de que la energía la produce el movimiento, lo hace las almas de los que caminan.

Muchos de los habitantes de Dos Caminos hace tiempo que perdieron su alma, su esencia, a simple vista parecen estar vivos, tienen cierto grado de emociones o apetitos, pero si te fijas bien, sus ojos están vacíos. No tienen sueños, aspiraciones, metas, ganas reales de hacer algo, simplemente son cascarones vacíos que cumplen con la tarea de recoger arroz.

Bajo el pueblo se esconde un culto a los Señores del Vacío, que esperan con ansia su regreso, mientras que en honor a su forma de ver las cosas, drenan las almas de todos lo que viven o trabajan en Dos caminos. Los miembros del culto viven en el propio pueblo, y son los únicos que no pasan por los caminos de forma correcta, alegando que es una estupidez. Tienen su sede bajo el pueblo, y se accede desde pasadizos secretos bajo sus casas.